Contemplar un desierto de arena, aunque sea en una fotografía, provoca una sensación turbadora e inquietante.

La quietud, sus formas onduladas, el tacto de la arena… estimulan las ganas de coger nuestra cámara. Pero son difíciles de retratar. No obstante, con estos consejos para fotografiar el desierto, podrás mejorar los resultados.

Condiciones extremas

La primera recomendación es evidente. Un desierto de arena es un espectáculo para los sentidos… y un entorno tremendamente hostil. El clima es extremo, con grandes oscilaciones térmicas entre el día y la noche, y las condiciones de vida, muy duras.

Hay que viajar al desierto con las debidas precauciones y protecciones. Contrata un guía, lleva abundante agua y comida, y ropa adecuada y un sombrero para protegerte del sol.

En un desierto, la arena se convierte en el principal enemigo de nuestra cámara de fotos. Debes guardarla y protegerla lo máximo posible, sacándola sólo cuando vayas a disparar.

Hay que colocar una tarjeta de memoria con suficiente capacidad, para evitar manipularla y que entre polvo por las ranuras.

Algo parecido ocurre con el objetivo. Es mejor elegirlo de antemano para toda la sesión y no cambiarlo en medio del paisaje. Un filtro te ayudará a protegerlo de la arena. Si eliges uno polarizado, conseguirás un contraste mayor entre el cielo y la tierra, enfatizando los colores.

Si utilizas trípode, procura no hundir los cierres en la arena, o luego no podrás ajustarlos. Al terminar, limpia todo el equipo y sacude bien la mochila.

En este sentido, para fotografiar el desierto hay que llevar el equipo imprescindible para no acarrear peso y desplazarnos cómodamente.

Al amanecer

La luz es la materia prima de la fotografía. Y en el desierto la hay a raudales.

Los mejores contrastes se capturan entre la salida del sol y dos horas antes del mediodía. O al atardecer, dos horas antes de que se esconda.

La posición del sol está baja. La luz lateral hace que las sombras se alarguen, definiendo mejor los volúmenes de los surcos. Y a medida que la mañana o el atardecer avanzan, el paisaje va cambiando bruscamente, desvelando nuevos detalles.

Por el contrario, las horas centrales son las peores para fotografiar el desierto. No sólo porque el sol incide desde lo alto y su perpendicularidad y dureza achatan el paisaje, sino por las altas temperaturas.

La luz del desierto tiende a subexponer la lectura de los fotómetros. Es aconsejable contrarrestarlo sobreexponiendo las tomas de ½ a 2 puntos. Disparar en RAW también puede ayudarte a recuperar parte de la información de la imagen.

Un error de principiante al fotografiar el desierto es explorar el lugar y llenarlo todo de huellas, marcas del trípode,… Estropeando el encuadre sin remedio.

Debes pensar antes de caminar y desplazarte siempre en la misma dirección, para no dejar rastro delante ni a los lados.

Por el contrario, unas huellas que se pierden en el horizonte te ayudarán a dirigir la mirada. Los surcos de arena que se forman en las dunas son otro de los elementos recurrentes.